Invadida por más de 23 familias, la mayoría de escasos recursos que subarrendaban y deterioraban la propiedad, pensando de buena fe que agradecerían el apoyo de la familia Azcué por darles techo durante años, solicitamos la entrega de los espacios ocupados. Increíble pero cierto, las familias por años beneficiadas y pagando rentas irrisorias de entre 20 y 200 pesos mensuales buscaron apoyo de La Asamblea de Barrios, un grupo de arribistas sociales, lidereados por el Diputado Marcos Rascón del PRD, quien se disfrazaba y ponía una mascará para no dar la cara y ayudar al “Pueblo bueno” a cambio de votos. Los inquilinos se negaron a salir, amenazaron de muerte a los dueños y exhibieron mantas del “El pueblo unido jamás será vencido” en la fachada principal. Ante la respuesta de los inquilinos, los propietarios iniciaron un costoso proceso legal. Después de 5 años de agravios y generando mayores daños al inmueble por parte de los invasores, los dueños ganaron los juicios. Curiosamente, la corrupta y coludida “autoridad” se negó a desalojarlos y fue necesario hacer desalojos por la fuerza. El deterioro de los espacios era inaudito, en algunas paredes además de todo tipo de agravios y vulgaridades se grabaron maleficios e injurias contra los dueños.
Aun cuando La Privada Roja ha enfrentado exitosamente los terremotos más severos de la Ciudad de México sin tener daño estructurar, quisimos verificar el estado y la fortaleza de la propiedad. En 1995 ingenieros expertos en estructuras y mecánica de suelos, realizaron un diagnóstico del estado del inmueble. Se realizaron perforaciones en el subsuelo a más de 40 metros de profundidad para diagnosticar el estado del proceso de hundimiento por estar edificada sobre un lago. Los resultados del estudio fueron sorprendentes: La Privada Roja fue construida en 1907 con vías de ferrocarril, cimientos de piedra y cemento colado, lo cual, le da una fortaleza y flexibilidad excepcional. Difícil de creer, pero La Privada Roja construida en 1907 pasó las normas de construcción y seguridad establecidas en el año 2000. Nos recomendaron los peritos quitar peso al inmueble, proceso que hemos estado llevando a cabo, a la fecha se han retirado más de 35 toneladas de material de relleno en techos, aligerando la carga muerta al edificio. Se renovaron más de 1200 metros de instalaciones eléctricas instaladas a principios del siglo pasado aisladas con papel. Se cambian más de 250 mts. de antigua tubería hidráulica de plomo por moderna tubería de PVC. Se desmontan más de 3000 metros cuadrados de aplanados deteriorados. Se nivelan y bajan pisos en sótanos. Se instala un taller de carpintería para dar mantenimiento, rescatar o rehacer más de 400 puertas, más de 120 ventanas y aproximadamente 2,500 metros cuadrados de pisos de madera. A lo largo de todos estos años hemos retirado más de 250 toneladas de escombro. La Privada Roja está en pie, refortalecida y lista honrando a quienes la construyeron, la rescataron y la operan.
Cuando alguien se atreve a rescatar algo, cuando alguien le invierte tiempo, trabajo, dinero y esfuerzo, curiosamente las “autoridades” aparecen de la nada. Al iniciar los procesos de limpieza social y estructural, aparecieron quien sabe de dónde los “expertos” gestores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quienes propusieron hacer un diagnóstico para catalogar el valor del inmueble, obviamente a un “módico costo”. En solo dos o tres visitas los “expertos”, catalogaron a La Privada Roja como un “Inmueble con valor histórico con estilo Barroco Porfiriano”, vale la comentar que La Privada Roja no fue construida durante el Porfiriato, fue construida para ser sede de la embajada italiana y tiene un estilo inglés. Las pocas veces que los gestores regresaron, invariablemente nos obstaculizaban lo que podíamos, queríamos y debíamos hacer para rescatar el inmueble. Después de varios años obstaculizarnos y decirnos lo que no podíamos hacer, investigando y con trabajo creativo, aprendimos a restaurar bóvedas catalanas, igualar ladrillos del siglo XIX, restaurar puertas y pisos antiguos, hacer escaleras de madera y reponer aplanados. Nuestros resultados y la experiencia ganada nos dieron los elementos para exigir a los gestores “expertos” del INAH a no volver a visitarnos, pues ninguno de ellos pudo decirnos donde comprar ladrillos del siglo XIX o como restaurar pisos antiguos. Con nuestras cuadrillas de trabajo seguimos restaurando la propiedad: pisos, techos, puertas, ventanas y bóvedas exitosamente, listos para compartir con los “expertos” de lNAH como hacer las cosas.
El pasivo más difícil de corregir fue lo relacionado con la limpieza espiritual o energética de La Privada Roja. De manera cotidiana los nuevos inquilinos, los guardias de seguridad, nuestro propio personal y nosotros mismos, experimentamos voces, veíamos personas con vestimentas antiguas y sentíamos ambientes raros en diferentes lugares del inmueble. Llegaron a tal punto las experiencias sensoriales que nuestro personal de mantenimiento se negaba a trabajar en ciertas áreas. Realizamos trabajos de limpieza con chamanes y curas, se bendijo la propiedad y se hicieron rituales para que los espíritus chocarreros partieran en paz. Se siguen percibiendo algunas presencias, afortunadamente son presencias que valoran lo que hacemos, que protegen y llenan de luz a La Privada Roja, a sus huéspedes, propietarios y visitantes.